¡Por el fascista que llevamos dentro!

*/*/ Tal vez alguien más ya ha comentado al respecto, no tengo idea, pero puedo decir que he descubierto lo genial del decir te quiero (risas risas) no decirlo en ese tono cremosito que me pudre, hablo de que la frase es esencialmente totalitaria y por tanto fascinante.

El deseo, dije en algún momento, es transgresor de las circunstancias de una forma peculiar: dibuja una escena lejana, inalcanzable o posible allá a los mil intentos que en ocasiones, por qué no decirlo, motiva o alienta. A diferencia del desear, creo yo, el querer va más con el ahora, es decir, el querer no se fija en lo que tenga a la mano o en la posibilidad de realización, su radicalidad se encuentra en que el te quiero demanda, sí esa es la palabra, demanda al otro ya, no pide permiso, no suspira ni titubea en sus ganas sino que estalla en la exigencia. Y es que decirlo tiene una fuerza fascistoide extraordinaria a la que es imposible negarse, lo que hay debajo de la caricia y la mirada es el querer totalitario del otro.

Discutir sobre si preferimos ser poseídos de ese modo o poseer, es algo que no importa dado que, el que dice tiene esa conciencia que no está ya en la línea del deseo desgarrado que anhela y se baña en la imposibilidad, en el placer de lo que ha construido, no tiene tiempo de solicitar. El que escucha, sabe que está siendo superado, lo siente y se engaña manifestando un gesto asombro hipócrita, falso, pero única alternativa cuando se encuentra invadido, tomado violentamente .