brincando nubes

*/*/ Sigo el transcurso del día, lo observo, lo vivo y a veces lo padezco; saboreo el día en cada uno de sus instantes perdiéndome en la multitud de pensamientos todos ellos tan vivos e intensos, no porque sean la revelación de la fórmula que salvará al mundo de alguna catástrofe, sino que contienen todos los deseos, temores y dudas a su máximo voltaje. A veces llego peguntarme si se manifiesta esa revolución interna en mi rostro ¿lo nota usted cuando me mira?

No tengo ganas de moverme, el aire mismo me ahoga, lo que antes me salvaba hoy me sofoca. Para la mala fortuna de algunos he quemado cada una de las máscaras pues ¡se ha terminado la hora de las complacencias! ¡tengo ganas de hacer de tu hora feliz una verdadera pesadilla!. Pronto veré las nubes por encima de sus cabezas y me embriagaré sonriendo, extraviándome contigo una y otra vez hasta que llegue el día de volverte a ver.
*/*/ La oportunidad de volver es lo único que quiero, es todo lo que puedo desear y lo que me acompaña en aquellos días de gente, sonrisas, ruido; es lo que me acompaña en las noches eternas que el parpadeo encierra y disfraza de instante. La oportunidad de poder sentirte es lo único que vierto en este sollozo; un suspiro ahoga la pérdida, una pérdida que en realidad no es porque trajiste una gota de futuro que ambos queremos necesario y nuestro.

Quisiera poder robarte el peso de una cruda verdad, quisiera quitarte las dudas que cortan la sonrisa. Soy muy débil, la luna no me otorgó el poder de salvarte así, no de ese modo y quizás sólo puedo salvarme pensando que mi presencia te brindó color en una circunstancia terriblemente develada; yo encuentro vida en el sonido de tu risa y en el calor de tu cuerpo.

El llanto se volverá un huésped temido, la distancia será nuestra mejor aliada pues para el acontecimiento de la entrega, entrega total, la impaciencia es un lujo que no podemos atrevernos a imaginar. Cómo te digo todo lo que me pasa en este momento, qué palabras he de usar en cuya precisión se graben todas las cosas que mereces, cómo hago para dibujarte la felicidad que se queda conmigo, nada es suficiente porque nunca encontraría algo tan majestuoso que soporte el peso de tu significado, así que sólo me queda escribir unas pocas líneas que no son sino gotas que escapan de ese todo que ya no quiere contenerse.

¡Por el fascista que llevamos dentro!

*/*/ Tal vez alguien más ya ha comentado al respecto, no tengo idea, pero puedo decir que he descubierto lo genial del decir te quiero (risas risas) no decirlo en ese tono cremosito que me pudre, hablo de que la frase es esencialmente totalitaria y por tanto fascinante.

El deseo, dije en algún momento, es transgresor de las circunstancias de una forma peculiar: dibuja una escena lejana, inalcanzable o posible allá a los mil intentos que en ocasiones, por qué no decirlo, motiva o alienta. A diferencia del desear, creo yo, el querer va más con el ahora, es decir, el querer no se fija en lo que tenga a la mano o en la posibilidad de realización, su radicalidad se encuentra en que el te quiero demanda, sí esa es la palabra, demanda al otro ya, no pide permiso, no suspira ni titubea en sus ganas sino que estalla en la exigencia. Y es que decirlo tiene una fuerza fascistoide extraordinaria a la que es imposible negarse, lo que hay debajo de la caricia y la mirada es el querer totalitario del otro.

Discutir sobre si preferimos ser poseídos de ese modo o poseer, es algo que no importa dado que, el que dice tiene esa conciencia que no está ya en la línea del deseo desgarrado que anhela y se baña en la imposibilidad, en el placer de lo que ha construido, no tiene tiempo de solicitar. El que escucha, sabe que está siendo superado, lo siente y se engaña manifestando un gesto asombro hipócrita, falso, pero única alternativa cuando se encuentra invadido, tomado violentamente .